La longevidad de una Constitución es un buen criterio
para medir la seriedad de un país
y sus posibilidades de progreso sostenible.
Aquí la
Constitución Española. En mi 36 aniversario creo tener derecho a sentirme a la
vez joven y madura. Y a presumir de ser la segunda Constitución más longeva de
España.
La
longevidad de una Carta Maga es un bien criterio para medir la seriedad de un
país y la posibilidad de mejorar poco a poco. ¿Conocen ustedes otra vía para el progreso
sostenible? Los Estados Unidos de América, por poner el ejemplo más relevante,
acaban de celebrar el 227 aniversario de su Carta Magna. Lo han hecho
recordando todos los problemas que les ha ayudado a superar, entre ellos, la
Guerra de Secesión de 1861. Yo también he ayudado a superar, y sin necesidad de
fusiles, el golpe militar de Tejero y los golpes secesionistas de Ibarretche y
Mas.
En las
constituciones, como en las grandes catedrales, se sabe cuándo se puso la
primera piedra; la última siempre estará por poner. El edificio hay que
adaptarlo a las necesidades de cada época. Cierto. Pero mucho perderíamos si
cada generación se creyera con el derecho a hacer tábula rasa de su legado
constitucional. ¿Cómo calificarían ustedes al arquitecto que destruyera la
catedral de Colonia alegando que con cúpulas tan altas no funciona ningún
sistema de calefacción?
En el
Congreso de los Diputados, protegida por una hornacina de cristal, estoy
escuchando estos días muchas propuestas de reforma. Entiendo que su integración es tan
deseable como posible. El PP hace bien en insistir en que las reformas han de centrarse
en problemas concretos y tener asegurado un respaldo amplio. Un tema concreto,
sin embargo, no es sinónimo de pequeño y residual. Después de la movida
independentista catalana, el PSOE está
en su derecho de proponer la sustitución del actual Estado de las autonomías por
un Estado federal donde la distribución de competencias es más clara. UPD y
Ciudadanos aprovecharán la reforma federal para acabar con los privilegios
fiscales de vascos y navarros, manantial de agravios comparativos.
Sólo me
queda una duda. ¿Habrá alguna propuesta capaz de aglutinar la mitad de los
votos del referéndum de 1978? Entonces el 88% de los españoles votaron a mi
favor. Esto como media, en Cataluña y otras regiones el porcentaje de síes
rebasó el 90%.
La Tribuna de Albacete (8/12/2014)