lunes, 8 de diciembre de 2014

La Constitución al habla

La longevidad de una Constitución es un buen criterio 
para medir la seriedad de un país 
y sus posibilidades de progreso sostenible.

Aquí la Constitución Española. En mi 36 aniversario creo tener derecho a sentirme a la vez joven y madura. Y a presumir de ser la segunda Constitución más longeva de España.
La longevidad de una Carta Maga es un bien criterio para medir la seriedad de un país y la posibilidad de mejorar poco a poco.  ¿Conocen ustedes otra vía para el progreso sostenible? Los Estados Unidos de América, por poner el ejemplo más relevante, acaban de celebrar el 227 aniversario de su Carta Magna. Lo han hecho recordando todos los problemas que les ha ayudado a superar, entre ellos, la Guerra de Secesión de 1861. Yo también he ayudado a superar, y sin necesidad de fusiles, el golpe militar de Tejero y los golpes secesionistas de Ibarretche y Mas.
En las constituciones, como en las grandes catedrales, se sabe cuándo se puso la primera piedra; la última siempre estará por poner. El edificio hay que adaptarlo a las necesidades de cada época. Cierto. Pero mucho perderíamos si cada generación se creyera con el derecho a hacer tábula rasa de su legado constitucional. ¿Cómo calificarían ustedes al arquitecto que destruyera la catedral de Colonia alegando que con cúpulas tan altas no funciona ningún sistema de calefacción?
En el Congreso de los Diputados, protegida por una hornacina de cristal, estoy escuchando estos días muchas propuestas de reforma. Entiendo que su integración es tan deseable como posible. El PP hace bien en insistir en que las reformas han de centrarse en problemas concretos y tener asegurado un respaldo amplio. Un tema concreto, sin embargo, no es sinónimo de pequeño y residual. Después de la movida independentista catalana,  el PSOE está en su derecho de proponer la sustitución del actual Estado de las autonomías por un Estado federal donde la distribución de competencias es más clara. UPD y Ciudadanos aprovecharán la reforma federal para acabar con los privilegios fiscales de vascos y navarros, manantial de agravios comparativos.
Sólo me queda una duda. ¿Habrá alguna propuesta capaz de aglutinar la mitad de los votos del referéndum de 1978? Entonces el 88% de los españoles votaron a mi favor. Esto como media, en Cataluña y otras regiones el porcentaje de síes rebasó el 90%.

 La Tribuna de Albacete (8/12/2014)