miércoles, 3 de diciembre de 2014

El Papa en el Parlamento Europeo

La "Escuela de Atenas", pintada por Rafael in 1510, 
puede darnos alguna pista para revitalizar a la Unión Europea


Estamos conmemorando el centenario de la I Guerra Mundial y el 75 aniversario de la II Guerra Mundial. Poco que celebrar. Mucho que recordar. La memoria ha de mantenerse viva para tener presente todo lo malo y lo bueno de que es capaz el ser humano. Las dos guerras mundiales suscitaron la Declaración de Derechos Humanos de 1948 y al Tratado de Roma de 1957, germen de la actual Unión Europea.
Estos principios (principios en el doble sentido de la palabra) fueron recordados, el pasado martes, por el Papa Francisco en su discurso ante el Parlamento Europeo. “En el centro de este ambicioso proyecto político se encontraba la confianza en el hombre (…) como persona dotada de una dignidad trascendente”. “Promover la dignidad de la persona significa reconocer que posee derechos inalienables, de los cuales no puede ser privada arbitrariamente por nadie y, menos aún, en beneficio de intereses económicos”. “Hablar de la dignidad trascendente del hombre, significa apelar a su naturaleza, a su innata capacidad para distinguir el bien del mal (…); significa sobre todo mirar al hombre no como un ser absoluto, sino un ser relacional”. No podemos consentir, concluyó, que Europa se convierta en un espléndido museo poblado de individuos solitarios y tristes. Ni que el Mediterráneo acabe siendo el cementerio de los inmigrantes que ansían la tierra prometida.
               “Cómo devolver la esperanza al futuro, de manera que, partiendo de las jóvenes generaciones, se encuentre la confianza para perseguir el gran ideal de una Europa unida y en paz, creativa y emprendedora, respetuosa de los derechos y conscientes de los propios deberes?” La Escuela de Atenas, pintada por Rafael en 1510, puede darnos alguna pista para revitalizar a la UE. El dedo de Platón apunta hacia lo alto, al mundo de las ideas e ideales. La mano de Aristóteles se extiende hacia delante, a la realidad concreta de unas personas que reclaman nuestra asistencia. “El futuro de Europa, concluyó el Papa, depende del redescubrimiento del nexo vital e inseparable entre estos dos elementos. Una Europa que no es capaz de abrirse a la dimensión trascendente de la vida es una Europa que corre el riesgo de perder lentamente la propia alma y también aquel ‘espíritu humanista’ que, sin embargo, ama y defiende”.
La Tribuna de Albacete (1/12/2014)