El populismo ama tanto a los pobres que los multiplica
Anteayer
Pablo Iglesias fue elegido secretario
general de Podemos. "Aclamado" sería un término más correcto pues fue votado por el 88% de sus más de 100.000 militantes. No se perdieron
el acto los embajadores de Venezuela y Bolivia. Tampoco el líder de Syriza (izquierda
radical), flamante triunfador en las últimas elecciones griegas al Parlamento Europeo.
Una vez más, Iglesias prometió el fin de la crisis y de la corrupción; trabajo
y casa para todos. También la reforma de la Constitución, ese candado que tiene
atenazada a la democracia española desde 1978.
El acto trajo
a mi memoria el Parlamento Iberoamericano de la Juventud que tuvo lugar en Zaragoza
apenas hace un mes. El discurso que más
ha trascendido (y que el lector podrá encontrar en la red) fue el de la
politicóloga guatemalteca Gloria Álvarez. Ella se refería a los populismos
latinoamericanos. Pero sus palabras vienen como anillo al dedo de Podemos y Syriza.
También al Front National de Marine Le Pen. A decir verdad, el populismo
adolece de problemas de lateralidad.
La crisis
económica y el malestar político constituyen el mejor caldo de cultivo de los
“indignados” de quienes se nutre el populismo. La incapacidad de pensamiento
reflexivo, crítico y, sobre todo, autocrítico es el tercer
ingrediente de este cóctel explosivo. Incapacidad que no la cura un doctorado universitario. Conclusión práctica: ni los electores ni los elegidos
necesitan recurrir a la lógica. Lo más práctico es fiarse del caudillo a quien sitúan apenas un peldaño por debajo del mesías.
Una de sus
primeras tareas de gobierno consiste en reformar la Constitución para llegar a
una democracia verdadera. Las instituciones que tradicionalmente la
salvaguardaban son vistas como una camisa de fuerza a la soberanía del pueblo, soberanía encarnada en una lista cerrada de líderes manipulados por su caudillo.
Generosidad (con el dinero ajeno) no les falta. A los parados se les prometen empleo. A los oprimidos
por las deudas, la cancelación de la hipoteca. Una persona reflexiva y crítica
se preguntaría: ¿Y de dónde obtendrán esos caudillos los recursos necesarios para hacer
realidad esas promesas? Preguntas irrelevantes, concluyen ellos. En las
siguientes elecciones habrá más parados, más deudas, más indignados… Es todo lo
que necesitan para perpetuarse en el poder. “Los populismos aman tanto a los pobres
que los multiplican”, concluyó Gloria Álvarez.
La Tribuna de Albacete (17/11/2014)