miércoles, 14 de mayo de 2014

Unión Bancaria Europea

Es posiblemente la normativa europea más importante 
desde la creación del euro en 1999

¿Le parece a usted razonable que los bancos españoles (y detrás de ellos las empresas y familias que financian) paguen un interés más elevado en el mercado interbancario europeo, simplemente por ser españoles? ¿Le parece a usted razonable que los ciudadanos europeos deban pagar con sus impuestos el rescate de los bancos que nos llevaron a la crisis actual?
Si su respuesta a ambas preguntas es negativa deberá alegrarse de que, el pasado 15 de abril, la Eurocámara haya asentado los cimientos de la Unión Bancaria Europea (UBE). Es posiblemente la normativa europea más importante desde la creación del euro en 1999. ¡Lo vamos a notar en nuestros bolsillos y en nuestros hábitos económicos!
El proceso que ha llevado a la UBE no ha ni sido rápido ni fácil. Se anunció en junio de 2012 cuando las finanzas de varios países y el propio euro estaban bailando en la cuerda floja. En septiembre de 2013 se pergeñaron los tres pilares que habían de sustentar la unión bancaria. La resistencia política de los países del norte, Alemania en cabeza, fue contundente. Hubo de esperarse hasta el mes pasado para limar asperezas y convencer a los estados acreedores que su fortaleza depende de la salud de los deudores.
El primer pilar de la UBE consiste en la supervisión única, a cargo del BCE, sobre la base de unas normas comunes. Se proyectará sobre las 128 entidades bancarias de mayor peso, más otras 200 que tienen la condición de “transfronterizas”. Quedan fuera unas 8.000 entidades menores que seguirán bajo la tutela de los bancos centrales de cada país. El proceso empezará el próximo otoño con un “test de stress” para evaluar la resistencia de los bancos ante escenarios adversos.
El segundo pilar se identifica con el mecanismo único de resolución de conflictos para las entidades en apuros. El primer cortafuegos serán los recursos propios de la entidad (el “core capital”). Antes de poder solicitar ayuda al Gobierno o a la UE, los accionistas de ese banco sufrirán una quita de hasta el 8% de su capital.  Si esa aportación resultara insuficiente podrán recurrir al fondo europeo creado para estos fines (MEDE). Son los bancos de cada país quienes aportarán, en función de su tamaño, 55.000 millones de euros. Como decíamos, el objetivo es que los ciudadanos-contribuyentes no se vean obligados a salvar a los bancos que tal vez embargaron su piso unos meses antes.
El tercer pilar pretendía ser un fondo europeo para la garantía de depósitos inferiores a 100.000 euros. Aquí es donde Alemania se ha salido con la suya. Al final se va a quedar en fondos nacionales que siguen los criterios de actuación marcados por la UE. 
Hasta aquí la exposición de esta importante reforma institucional. Ahora, mis comentarios. El primero para alabar unas normas que ponen el énfasis en la responsabilidad de los agentes económicos. La crisis que todavía hoy sufrimos fue gestada en las sedes de las entidades financieras por unos directivos que se hicieron de oro arriesgando dinero ajeno. Tenían mucho que ganar cuando los nuevos productos financieros triunfaban y poco que perder si fracasaban. Sabían que, en el peor de los casos – papá-estado acudiría a su rescate.  Urge acabar con esta impunidad manifiesta.
Segundo. La autoridad monetaria ha de ser valiente y cortar por lo sano la fuente de todas las burbujas y crisis financieras. Ha de prohibir que los bancos utilicen su privilegio de crear dinero, para financiar la compra de acciones, terrenos y otras inversiones especulativas. Nadie habla de este tema y entiendo que es fundamental.
          Tercero. Hay que evitar que la regulación bancaria refuerce el comportamiento pro-cíclico que tradicionalmente juega la banca.  La recapitalización en los momentos de crisis puede desviar el escaso ahorro de la inversión productiva a los colchones de seguridad exigidos por la banca. Llegados a la crisis resulta más eficaz que el Banco Central lance un mensaje de tranquilidad advirtiendo que se compromete a garantizar la salud del sistema financiero. No de cada uno de los bancos (que pueden ser intervenidos o nacionalizados) pero sí del sistema global. Será luego cuando la economía repunte y vuelvan los inversores insensatos, cuando el BCE exigiría a los bancos la construcción de todos los colchones de seguridad.   

La Tribuna de Albacete (14/05/2014)