Es posiblemente la normativa europea más importante
desde la creación del euro en 1999
¿Le parece a
usted razonable que los bancos españoles (y detrás de ellos las empresas y
familias que financian) paguen un interés más elevado en el mercado
interbancario europeo, simplemente por ser españoles? ¿Le parece a usted razonable
que los ciudadanos europeos deban pagar con sus impuestos el rescate de los
bancos que nos llevaron a la crisis actual?
Si su
respuesta a ambas preguntas es negativa deberá alegrarse de que, el pasado 15
de abril, la Eurocámara haya asentado los cimientos de la Unión Bancaria
Europea (UBE). Es posiblemente la normativa europea más importante desde la creación
del euro en 1999. ¡Lo vamos a notar en nuestros bolsillos y en nuestros hábitos
económicos!
El proceso
que ha llevado a la UBE no ha ni sido rápido ni fácil. Se anunció en junio de
2012 cuando las finanzas de varios países y el propio euro estaban bailando en
la cuerda floja. En septiembre de 2013 se pergeñaron los tres pilares que
habían de sustentar la unión bancaria. La resistencia política de los países
del norte, Alemania en cabeza, fue contundente. Hubo de esperarse hasta el mes
pasado para limar asperezas y convencer a los estados acreedores que su fortaleza
depende de la salud de los deudores.
El primer
pilar de la UBE consiste en la supervisión única, a cargo del BCE, sobre la
base de unas normas comunes. Se proyectará sobre las 128 entidades bancarias de
mayor peso, más otras 200 que tienen la condición de “transfronterizas”. Quedan
fuera unas 8.000 entidades menores que seguirán bajo la tutela de los bancos
centrales de cada país. El proceso empezará el próximo otoño con un “test de
stress” para evaluar la resistencia de los bancos ante escenarios adversos.
El segundo
pilar se identifica con el mecanismo único de resolución de conflictos para las
entidades en apuros. El primer cortafuegos serán los recursos propios de la
entidad (el “core capital”). Antes de poder solicitar ayuda al Gobierno o a la
UE, los accionistas de ese banco sufrirán una quita de hasta el 8% de su
capital. Si esa aportación resultara
insuficiente podrán recurrir al fondo europeo creado para estos fines (MEDE). Son
los bancos de cada país quienes aportarán, en función de su tamaño, 55.000
millones de euros. Como decíamos, el objetivo es que los ciudadanos-contribuyentes
no se vean obligados a salvar a los bancos que tal vez embargaron su piso unos
meses antes.
El tercer
pilar pretendía ser un fondo europeo para la garantía de depósitos inferiores a
100.000 euros. Aquí es donde Alemania se ha salido con la suya. Al final se va
a quedar en fondos nacionales que siguen los criterios de actuación marcados
por la UE.
Hasta aquí
la exposición de esta importante reforma institucional. Ahora, mis comentarios.
El primero para alabar unas normas que ponen el énfasis en la responsabilidad
de los agentes económicos. La crisis que todavía hoy sufrimos fue gestada en las
sedes de las entidades financieras por unos directivos que se hicieron de oro arriesgando
dinero ajeno. Tenían mucho que ganar cuando los nuevos productos financieros
triunfaban y poco que perder si fracasaban. Sabían que, en el peor de los casos
– papá-estado acudiría a su rescate. Urge
acabar con esta impunidad manifiesta.
Segundo. La
autoridad monetaria ha de ser valiente y cortar por lo sano la fuente de todas
las burbujas y crisis financieras. Ha de prohibir que los bancos utilicen su
privilegio de crear dinero, para financiar la compra de acciones, terrenos y
otras inversiones especulativas. Nadie habla de este tema y entiendo que es
fundamental.
Tercero.
Hay que evitar que la regulación bancaria refuerce el comportamiento pro-cíclico
que tradicionalmente juega la banca. La
recapitalización en los momentos de crisis puede desviar el escaso ahorro de la
inversión productiva a los colchones de seguridad exigidos por la banca. Llegados
a la crisis resulta más eficaz que el Banco Central lance un mensaje de
tranquilidad advirtiendo que se compromete a garantizar la salud del sistema
financiero. No de cada uno de los bancos (que pueden ser intervenidos o
nacionalizados) pero sí del sistema global. Será luego cuando la economía repunte
y vuelvan los inversores insensatos, cuando el BCE exigiría a los bancos la
construcción de todos los colchones de seguridad.
La Tribuna de Albacete (14/05/2014)