Más moscas se atrapan con un gramo de miel
que con cien de hiel
¿Qué hacer cuando se oyen tambores de guerra? La
pregunta deja de ser retórica cuando los tambores suenan cada vez más cerca. El
descontrol de Ucrania, tras la huida forzada de su Presidente, ha servido de
excusa a la vecina Rusia para desplegar parte de sus efectivos militares con el
objetivo de “controlar la situación”. No
hay que descartar una intervención militar que podría acabar con la anexión del
país. Los rusos, desde luego, lo tienen fácil. En la Península de Crimea, al
sur de Ucrania, ya hay una unidad especial del ejército ruso que tiene
encomendado el control de la zona hasta el 2042. En el Oeste del país domina la
población rusa que facilitaría la invasión. Pero antes de que se produzca esa
invasión puede declararse una guerra civil entre el Este europeísta y el Oeste
pro-ruso. Ignoro cómo andan unos y otros de bombas atómicas, pero ciertamente
han tenido acceso a ellas en el pasado reciente.
Ucrania limita con la UE. La metralla de las bombas
que allí estallen nos salpicará a nosotros. Esta vez sí que parece legítimo y
necesaria la intervención de la UE. ¿Pero qué tipo de intervención? Hasta ahora la UE parecía la hermana pequeña
y pobre de los EE.UU. Siempre llegaba tarde y nadie se la tomaba en serio. Las
alternativas son dos. La primera consistiría en imitar el estilo belicista
norteamericano, armándonos hasta los dientes y dejando caer alguna que otra
bomba. Analizando la experiencia de la Primavera Árabe, me temo que este tipo
de intervenciones no solucionaría ni sus problemas ni los nuestros.
No soy un ingenuo pacifista. El ejército cumple una
función indispensable en cualquier sociedad. Pero no es esta la misión que la
UE tiene encomendada y si la asume saldrá trasquilada. La misión internacional de
la UE es crear un espacio de prosperidad económica y convivencia pacífica que
atraiga a los vecinos. Todos los que se integren en ella tendrán todas las
papeletas para conseguir estos dos objetivos. Los países que se relacionen
comercial o culturalmente con ella, aun sin estar integrados, también participarán
de estas ventajas.
Las condiciones que han de cumplir los terceros
países han de quedar bien claras. Primera: Estado democrático de Derecho donde los
gobernantes son elegidos cada cuatro años y están sometido a las leyes como
cualquier ciudadano. Segunda: respeto a los derechos fundamentales que empiezan
por la igualdad ante la ley y las libertades básicas. Tercera: reciprocidad en
el comercio internacional. Los países que no cumplan estas condiciones
quedarían excluidos las ventajas de participar en un área comercial de 500
millones de personas, de disponer de una divisa fuerte (el Euro) y de
beneficiarse de todas las ayudas al desarrollo procedentes de la UE (no
inferiores al 0,7% del PIB europeo).
¿Qué efectos tendrían estas normas en el caso que nos
ocupa? Para empezar, el anterior Gobierno de Victor Yushchenko, que empezó por
encarcelar a la líder de la oposición, debiera haber sido tachado de
dictatorial y excluido de los beneficios de la UE. Su economía quebraría
rápidamente a nos se que se echara en los brazos del oso ruso. Eso ya es un asunto
interno en el que la UE no debe inmiscuirse. Si Ucrania se
enzarza ahora en una guerra civil, la UE hará bien en apartarse de la
contienda. Basta con dejarles claro que para restaurar las relaciones con la UE
el gobierno saliente ha de ser un Estado democrático de Derecho. La misma
sanción habría que aplicar a la Península de Crimea si se independizara a las
bravas, saltándose la Constitución. Y a la propia Rusia si invade un país
independiente.
En el
último caso es evidente que también sufriríamos nosotros, sobre todo los países
que dependen del gas ruso. ¿Pero no será el catalizador que necesitan para
superar la dependencia energética de un país tan poco democrático y fiable? La
ganadora sería la civilización occidental.
“Más moscas se atrapan con un gramo de miel que con cien de hiel”, recuerda la sabiduría popular. Mayor será la influencia positiva de la UE si anima a los países a respetar los derechos y libertades fundamentales, aunque sólo fuera para continuar disfrutando del trato favorable con ella, que si se enzarza en guerra o conversaciones diplomáticas de nunca acabar. Eso para los norteamericanos que tienen más tiempo y medios.
“Más moscas se atrapan con un gramo de miel que con cien de hiel”, recuerda la sabiduría popular. Mayor será la influencia positiva de la UE si anima a los países a respetar los derechos y libertades fundamentales, aunque sólo fuera para continuar disfrutando del trato favorable con ella, que si se enzarza en guerra o conversaciones diplomáticas de nunca acabar. Eso para los norteamericanos que tienen más tiempo y medios.
La Tribuna de Albacete (5/03/2014)