miércoles, 5 de marzo de 2014

Tambores de guerra en la esquina

Más moscas se atrapan con un gramo de miel 
que con cien de hiel


           ¿Qué hacer cuando se oyen tambores de guerra? La pregunta deja de ser retórica cuando los tambores suenan cada vez más cerca. El descontrol de Ucrania, tras la huida forzada de su Presidente, ha servido de excusa a la vecina Rusia para desplegar parte de sus efectivos militares con el objetivo de  “controlar la situación”. No hay que descartar una intervención militar que podría acabar con la anexión del país. Los rusos, desde luego, lo tienen fácil. En la Península de Crimea, al sur de Ucrania, ya hay una unidad especial del ejército ruso que tiene encomendado el control de la zona hasta el 2042. En el Oeste del país domina la población rusa que facilitaría la invasión. Pero antes de que se produzca esa invasión puede declararse una guerra civil entre el Este europeísta y el Oeste pro-ruso. Ignoro cómo andan unos y otros de bombas atómicas, pero ciertamente han tenido acceso a ellas en el pasado reciente. 
                Ucrania limita con la UE. La metralla de las bombas que allí estallen nos salpicará a nosotros. Esta vez sí que parece legítimo y necesaria la intervención de la UE. ¿Pero qué tipo de intervención?  Hasta ahora la UE parecía la hermana pequeña y pobre de los EE.UU. Siempre llegaba tarde y nadie se la tomaba en serio. Las alternativas son dos. La primera consistiría en imitar el estilo belicista norteamericano, armándonos hasta los dientes y dejando caer alguna que otra bomba. Analizando la experiencia de la Primavera Árabe, me temo que este tipo de intervenciones no solucionaría ni sus problemas ni los nuestros.
                No soy un ingenuo pacifista. El ejército cumple una función indispensable en cualquier sociedad. Pero no es esta la misión que la UE tiene encomendada y si la asume saldrá trasquilada. La misión internacional de la UE es crear un espacio de prosperidad económica y convivencia pacífica que atraiga a los vecinos. Todos los que se integren en ella tendrán todas las papeletas para conseguir estos dos objetivos. Los países que se relacionen comercial o culturalmente con ella, aun sin estar integrados, también participarán de estas ventajas.
                Las condiciones que han de cumplir los terceros países han de quedar bien claras. Primera: Estado democrático de Derecho donde los gobernantes son elegidos cada cuatro años y están sometido a las leyes como cualquier ciudadano. Segunda: respeto a los derechos fundamentales que empiezan por la igualdad ante la ley y las libertades básicas. Tercera: reciprocidad en el comercio internacional. Los países que no cumplan estas condiciones quedarían excluidos las ventajas de participar en un área comercial de 500 millones de personas, de disponer de una divisa fuerte (el Euro) y de beneficiarse de todas las ayudas al desarrollo procedentes de la UE (no inferiores al 0,7% del PIB europeo).
                ¿Qué efectos tendrían estas normas en el caso que nos ocupa? Para empezar, el anterior Gobierno de Victor Yushchenko, que empezó por encarcelar a la líder de la oposición, debiera haber sido tachado de dictatorial y excluido de los beneficios de la UE. Su economía quebraría rápidamente a nos se que se echara en los brazos del oso ruso. Eso ya es un asunto interno en el que la UE no debe inmiscuirse. Si Ucrania se enzarza ahora en una guerra civil, la UE hará bien en apartarse de la contienda. Basta con dejarles claro que para restaurar las relaciones con la UE el gobierno saliente ha de ser un Estado democrático de Derecho. La misma sanción habría que aplicar a la Península de Crimea si se independizara a las bravas, saltándose la Constitución. Y a la propia Rusia si invade un país independiente.
                  En el último caso es evidente que también sufriríamos nosotros, sobre todo los países que dependen del gas ruso. ¿Pero no será el catalizador que necesitan para superar la dependencia energética de un país tan poco democrático y fiable? La ganadora sería la civilización occidental. 
                  “Más moscas se atrapan con un gramo de miel que con cien de hiel”, recuerda la sabiduría popular. Mayor será la influencia positiva de la UE si anima a los países a respetar los derechos y libertades fundamentales, aunque sólo fuera para continuar disfrutando del trato favorable con ella, que si se enzarza en guerra o conversaciones diplomáticas de nunca acabar. Eso para los norteamericanos que tienen más tiempo y medios.  

La Tribuna de Albacete (5/03/2014)