Empiezo a entender. Pero, por favor, Presidente,
no cuente esta conversación a los catalanes
Crisis de Ucrania. El termómetro político-militar no
cesa de subir. La semana pasada el Presidente huyó de Kiev y, aprovechando el
vacío de poder, el Parlamento de Crimea (que se encontraba reunido para solicitar un poco más de autonomía) decidió convocar un referéndum de
independencia. Será el domingo 16 de marzo, el tiempo mínimo necesario para
imprimir las papeletas y acordar la anexión, o al menos protección de la
Federación Rusa.
Al día siguiente, Barack Obama despachó con sus asesores
de Política Internacional sobre el referéndum de Crimea. Reunió en la Casa
Blanca a los medios de comunicación para informar de los acuerdos alcanzados y,
con la eficiencia y cercanía que le caracteriza, tecleó en su iPhone: “Máximo
responsable político del referéndum de secesión en C…”. Google, que es tan listo, siguió escribiendo por su cuenta “en
Cataluña”. Sin leer la última palabra,
Obama pulsó la tecla OK y soltó su discurso:
Obama: Aquí el
Presidente de los Estados Unidos de América…
Mas: Aquí el Molt
Honorable President que todavía lo es más desde que usted le ha llamado
Obama: Me he enterado
que usted ha propuesto y el Parlamento ha aprobado la convocatoria de un
referéndum para votar la secesión.
Más: Efectivamente, veo
que está enterado de las noticias más trascendentes del planeta.
Obama: Pues quiero que
sepa que ese referéndum es ilegal; va contra la Constitución de su país y
representa una amenaza seria contra el orden político internacional. Este no
puede quedar a expensas de las veleidades unilaterales de parlamentos
regionales o locales. Cualquier decisión de este tipo solo puede tomarla el
Estado de Ucrania siguiendo las pautas marcadas por su Ley Fundamental.
Mas: Me temo que...
Obama: Quiero que sepa
que en caso de que la región consiguiera la independencia por una vía tan flagrantemente
ilegal, nunca sería reconocida por los Estados Unidos de América. Los
responsables políticos de la secesión perderían el visado para entrar en los
EE.UU. y verían bloqueadas sus propiedades en tierras americanas.
Mas: Me temo que ha
habido una confusión. Yo soy el Presidente de Cataluña, España. ¿No habrá
querido usted llamar al líder autonómico de Crimea, Ucrania?
Obama: ¡Oh, perdone
usted! ¡Tremenda confusión! No es la primera vez que soy engañado por un
teléfono inteligente.
Mas: Disculpado.
Aprovecharé la oportunidad para pedir su apoyo al referéndum de secesión
catalán que como bien sabe…
Obama: Es extraño las
alarmas de mi iPhone no han saltado en este caso. Será que Rusia no está por medio; ni hay petróleo o gas que repartir.
Mas: Verá usted. Nosotros
somos una nación próspera y pacífica que se unió al resto de España en 1492.
Pero en 1714, tras la guerra de Sucesión, los borbones centralizaron el Estado
español. Es cierto que la Constitución española de 1978, votada
mayoritariamente por los catalanes, devolvió la autonomía política a Cataluña.
Pero las cosas evolucionan y hoy aspiramos a ser una Nación con Estado propio;
así podré hablarle a usted de tú a tú.
Obama: ¡Pero en qué país
vive usted! Si el gobernador de algún Estado norteamericano saliera con esas
cosas le daríamos viento.
Mas: Pero si ese
político es respaldado por un clamor popular de independencia…
Obama: ¡Pero en qué
tiempo de la historia vive usted! Jefferson Davis utilizó aquí argumentos
parecidos en 1861. Lincoln le explicó que la secesión había dejado de ser un
derecho tras la Constitución de 1787, cuando el país dejó de ser una
Confederación de estados independientes para convertirse en una Federación. Con
mayor razón la secesión unilateral resulta imposible en un Estado unitario con quinientos años de antigüedad.
Mas: ¿Y cómo acabó el
movimiento independentista en su país?
Obama: Lo disolvió la Guerra
de Secesión de 1861. A partir de entonces nadie se ha atrevido a pensar que una
parte del país pueda decidir unilateralmente la secesión.
Mas: Empiezo a entender.
Pero, por favor, Presidente, no cuente esta conversación a los catalanes. Yo les
había convencido que eran soberanos para cambiar el mundo cuando quieran y como
quieran.
La Tribuna de Albacete (12/03/2014)