La tentación, cuanto más lejos mejor
Si hubiera
de elegir un título para un libro sobre la historia de la humanidad no me lo
pensaría dos veces: “El drama de la libertad”. Somos libres para todo… hasta
para esclavizarnos. De todas las esclavitudes posibles, la que más me aterra es
la de la droga. En sus garras han caído todo tipo de personas, empezando por
los más ricos que la tienen más accesible. Anteayer, sin ir más lejos, los
noticieros abrían con la muerte por sobredosis de heroína de una de las glorias
del cine norteamericano: Philip Symour Hoffman.
Seguro que
algunos utilizan este “accidente” para reabrir el debate sobre la legalización
de la droga. Hay que estar preparados para ese debate, tan complejo como fácil
de manipular. Ciertamente no todas las drogas tienen los mismos efectos sobre
el conocimiento y conducta, ni requieren el mismo trato jurídico. Su valoración
moral, previa a la jurídica, tampoco puede ser uniforme.
En el punto
de partida ha de situarse la libertad personal. En principio, somos libres para
consumir lo que queramos. Pero esa libertad ha de respetar determinadas líneas
rojas marcadas por la ética, so pena de destruir lo más peculiar y grande que
hay en la persona: la capacidad cognitiva y la voluntad libre. Cualquier
sustancia que altere nuestras capacidades intelectuales y se tome para ese fin,
resulta moralmente reprobable. No lo es el tabaco. Tampoco las bebidas
alcohólicas, tomadas con moderación. ¿Qué decir de las drogas que se toman precisamente
para inhibirse? Para justificarlas éticamente habría que demostrar que, tomadas
en dosis normales, te dejan tan lúcido como fumar un cigarrillo.
El
legislador ha de valorar también el recorrido previsible del drogodependiente y
los efectos de su adición sobre la sociedad. La venta de droga blanda en las
farmacias o a domicilio aumentará el número de niños, jóvenes y adolescentes
que prueben la droga. Aunque no cambiara el porcentaje de quienes acaban adictos
a la marihuana y saltan luego a la cocaína y la heroína, el número de toxicómanos
se multiplicará en cada población. Aumentaría el fracaso escolar, se reduciría
la productividad laboral y aumentaría la delincuencia, aunque fuera de otro tipo. ¿Quién puede parar a un
drogodependiente que necesita dinero para malvivir?
La ley ha de
valorar también las circunstancias socioeconómicas. Imaginemos que el comité
ético se pone de acuerdo sobre las sustancias cuyo consumo es moralmente
reprobable. ¿Bastará esta evidencia para penalizarlas? Antes de hacerlo parece
lógico preguntarse si la prohibición será mínimamente efectiva y si los
beneficios compensarán los costes de la operación. Los defensores de la
legalización de la droga invocan siempre el fracaso de la ley seca en los EE.UU.
Los alcohólicos siguieron emborrachándose y en torno a la bebida se creó un
tráfico ilegal y unas mafias que dispararon la criminalidad. El argumento es
correcto pero la comparación no es la mejor. Primero porque no se trata de
eliminar un producto que forma parte de nuestra cultura sino de introducir otro
nuevo, cuyos efectos potenciales pueden ser mucho más perniciosos. Segundo
porque la pretendida eliminación del crimen asociado al narcotráfico requeriría
la legalización de todo tipo de drogas que multiplicaría otro tipo de
delincuencias y de muertes por sobredosis (eso sí, con droga de la mejor
calidad). Más pertinente sería la
comparación con la tenencia de armas. Todos nos alarmamos varias veces al año
al oír que un estudiante regresó del recreo con la pistola
de su padre y la emprendió a tiros con sus compañeros y profesores del
instituto que le habían menospreciado. ¿Habremos de copiar la libertad de tenencia de armas? La
tentación, cuanto más lejos mejor
Symour
Hoffman confesó que su adición empezó en la universidad y que, de haber sido lo suficientemente
rico como para importar droga, hubiera muerto por sobredosis a los 22 años. Hubo
de esperar a los 46 para hacerse rico y morir. Espero que nadie se lamente de
este privilegio de los ricos y reclame que el Estado lo haga extensible a toda
la sociedad.
La Tribuna de Albacete (5/02/2014)