miércoles, 5 de febrero de 2014

El drama de la libertad

La tentación, cuanto más lejos mejor


Si hubiera de elegir un título para un libro sobre la historia de la humanidad no me lo pensaría dos veces: “El drama de la libertad”. Somos libres para todo… hasta para esclavizarnos. De todas las esclavitudes posibles, la que más me aterra es la de la droga. En sus garras han caído todo tipo de personas, empezando por los más ricos que la tienen más accesible. Anteayer, sin ir más lejos, los noticieros abrían con la muerte por sobredosis de heroína de una de las glorias del cine norteamericano: Philip Symour Hoffman.  
Seguro que algunos utilizan este “accidente” para reabrir el debate sobre la legalización de la droga. Hay que estar preparados para ese debate, tan complejo como fácil de manipular. Ciertamente no todas las drogas tienen los mismos efectos sobre el conocimiento y conducta, ni requieren el mismo trato jurídico. Su valoración moral, previa a la jurídica, tampoco puede ser uniforme.
En el punto de partida ha de situarse la libertad personal. En principio, somos libres para consumir lo que queramos. Pero esa libertad ha de respetar determinadas líneas rojas marcadas por la ética, so pena de destruir lo más peculiar y grande que hay en la persona: la capacidad cognitiva y la voluntad libre. Cualquier sustancia que altere nuestras capacidades intelectuales y se tome para ese fin, resulta moralmente reprobable. No lo es el tabaco. Tampoco las bebidas alcohólicas, tomadas con moderación. ¿Qué decir de las drogas que se toman precisamente para inhibirse? Para justificarlas éticamente habría que demostrar que, tomadas en dosis normales, te dejan tan lúcido como fumar un cigarrillo. 
El legislador ha de valorar también el recorrido previsible del drogodependiente y los efectos de su adición sobre la sociedad. La venta de droga blanda en las farmacias o a domicilio aumentará el número de niños, jóvenes y adolescentes que prueben la droga. Aunque no cambiara el porcentaje de quienes acaban adictos a la marihuana y saltan luego a la cocaína y la heroína, el número de toxicómanos se multiplicará en cada población. Aumentaría el fracaso escolar, se reduciría la productividad laboral y aumentaría la delincuencia, aunque fuera de otro tipo. ¿Quién puede parar a un drogodependiente que necesita dinero para malvivir?
La ley ha de valorar también las circunstancias socioeconómicas. Imaginemos que el comité ético se pone de acuerdo sobre las sustancias cuyo consumo es moralmente reprobable. ¿Bastará esta evidencia para penalizarlas? Antes de hacerlo parece lógico preguntarse si la prohibición será mínimamente efectiva y si los beneficios compensarán los costes de la operación. Los defensores de la legalización de la droga invocan siempre el fracaso de la ley seca en los EE.UU. Los alcohólicos siguieron emborrachándose y en torno a la bebida se creó un tráfico ilegal y unas mafias que dispararon la criminalidad. El argumento es correcto pero la comparación no es la mejor. Primero porque no se trata de eliminar un producto que forma parte de nuestra cultura sino de introducir otro nuevo, cuyos efectos potenciales pueden ser mucho más perniciosos. Segundo porque la pretendida eliminación del crimen asociado al narcotráfico requeriría la legalización de todo tipo de drogas que multiplicaría otro tipo de delincuencias y de muertes por sobredosis (eso sí, con droga de la mejor calidad).  Más pertinente sería la comparación con la tenencia de armas. Todos nos alarmamos varias veces al año al oír que un estudiante regresó del recreo con la pistola de su padre y la emprendió a tiros con sus compañeros y profesores del instituto que le habían menospreciado. ¿Habremos de copiar la libertad de tenencia de armas?  La tentación, cuanto más lejos mejor
               Symour Hoffman confesó que su adición empezó en la universidad y que,  de haber sido lo suficientemente rico como para importar droga, hubiera muerto por sobredosis a los 22 años. Hubo de esperar a los 46 para hacerse rico y morir. Espero que nadie se lamente de este privilegio de los ricos y reclame que el Estado lo haga extensible a toda la sociedad.


La Tribuna de Albacete (5/02/2014)