miércoles, 22 de enero de 2014

Eutanasia de menores o aborto de mayores

La guillotina es, ciertamente, el remedio más eficaz 
contra el dolor de cabeza


Hace un mes Bélgica dio el primer paso hacia la eutanasia de menores. Previsiblemente la norma será aprobada por el Senado en otoño, justo antes de las elecciones. Los promotores de la ley confían en atraer el voto de muchas personas benevolentes que desean evitar sufrimientos insoportables a los niños. 
Holanda fue el primer país que legalizó la eutanasia para niños (2004). Para este tipo de decisiones, los holandeses han adelantado la mayoría de edad a los 16 años. Los adolescentes, entre 12 y 16 años, precisan el consentimiento de los padres. La decisión de acabar con la vida de los menores de esta edad (desde el mismo día del nacimiento) corresponde a los padres. ¿Quiénes mejor que ellos para decidir si la vida de un niño enfermo tiene sentido? Todo eso, por supuesto, avalado por un médico competente y que solo busca el bien de la humanidad.
Noticias como estas, cuya recurrencia aumenta con el paso del tiempo, me plantean una duda existencial, de esas que quitan el sueño: ¿Estamos hablando de eutanasia de menores o de aborto de mayores?
Nos guste o no, los argumentos esgrimidos en defensa del aborto podrían ser utilizados para defender la eutanasia de menores al estilo holandés o belga. El motivo eugenésico justifica que una madre pueda abortar cuando se descubre un defecto físico en el feto. ¿Seremos tan crueles como para condenar a ese niño a caminar cojo y bizco toda su vida, si esos defectos se descubren al nacer? Vayamos al motivo habitual, el que acoge al 90% de los abortos: riesgo para la salud psíquica de la madre. Si ese riesgo justifica abortar en el primer, segundo o tercer mes del embarazo, ¿por qué negarlo en los últimos meses del embarazo? Y ¿por qué no admitirlo en los primeros meses de vida cuando la madre suele sufrir una depresión y el padre no está por la labor?
Lejos de mí intención banalizar asuntos como el aborto o la eutanasia. Constituyen para mí la peor de las gangrenas de la sociedad contemporánea. Si la gente se acostumbra a ver normal la aniquilación de un niño en el vientre de la madre o rodeado de sus padres a los pocos días de nacer, ¿qué le escandalizará y qué le detendrá? Me inquieta sobremanera que propuestas tan inhumanas conciten tanto apoyo social y sean utilizadas por los políticos como reclamo electoral. No estamos hablando del doctor muerte o de políticos sanguinarios. Hablamos de ciudadanos normales que, sin duda, me superan en muchos aspectos.
Mi discurso va dirigido a estas personas. Trata de animarles a que piensen por sí mismas hasta llegar al fondo del asunto y descubrir allí una vida humana; sí una vida como la tuya o la mía. El hombre es un fin en sí mismo; no podemos convertirlo en un medio al servicio de ningún fin, Kant dixit. Sí Kant, el profeta de la moderna filosofía atea.
Mi discurso trata de superar la ingenuidad de quienes piensan que es posible abrir un boquete en la pared frontal de una presa y regular el agua con un grifo.  El agua acabará haciendo saltar el grifo y reventando la misma presa. Lo mismo pasa con el derecho a la vida. Las excepciones acaban siendo válvulas de escape por donde pasa lo imaginable y lo inimaginable. ¿Acabaremos todos engullidos por esta cultura de la muerte?

Mi discurso va dirigido a las personas sensatas que buscan solucionar los problemas de raíz, que es algo diferente a cortar las raíces y cargarse el árbol. La guillotina es, ciertamente, el remedio más eficaz contra el dolor de cabeza. Pero, ¿no habrá soluciones más humanas?  Prefiero que mis impuestos se canalicen a aliviar el dolor, curar las enfermedades y erradicarlas una enfermedad tras otra. Estoy también dispuesto a acompañar a las personas imposibilitadas y enfermos compartiendo sus alegrías y penas. Cuando lo he hecho he descubierto que no son menos felices que nosotros. Los peores sentimientos de soledad y de angustia brotan del egoísmo. El egoísmo individual y colectivo es lo que estamos abonando con leyes como la del aborto o la eutanasia. 

La Tribuna de Albacaete (22/01/2014)