miércoles, 6 de marzo de 2013

Refundar la ONU

Para que la ONU tenga sentido y futuro ha de cumplir con eficiencia su misión fundacional:
evitar todo tipo de conflictos armados.


Imaginemos que se descubre vida humana en otro planeta y que una embajada de alienígenas visita la Tierra. Está claro que lo primero que habría que mostrarles es la sede neoyorquina de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Le explicaríamos que nuestro planeta está organizado en entidades territoriales soberanas a quienes llamamos estados y que para evitar conflictos armados entre ellos se creó la Sociedad de Naciones tras la Primera Guerra Mundial y la ONU después de la Segunda. El alienígena preguntaría: ¿Y podrá esta ONU evitar una tercera guerra mundial? ¿Consigue, al menos evitar los conflictos armados entre países? No nos quedaría más remedio que bajar la cabeza y responder: “En absoluto. La propia ONU es una fuente de desaveniencias”.
Casi todos los países en vías de desarrollo, sobre todo si tienen petróleo, padecen inestabilidad política que de vez en cuando estallan en conflictos armados. De estos conflictos salen reforzados los grupos mejor organizados que no son precisamente los amantes de la democracia y los derechos humanos. Cuando el tren descarrila y los intereses económicos de los países occidentales parecen amenazados, se reclama la intervención de la ONU. Pero como estos intereses no son comunes lo habitual es que la institución quede bloqueada. Es entonces cuando las potencias occidentales deciden intervenir por su cuenta y riesgo, al margen de la legalidad internacional, invocando la doctrina de las guerras preventivas. ¡El precedente no podía ser peor!  “¿Por qué no podemos nosotros, dicen a sus súbditos los presidentes de Afganistán o Corea del Norte, proporcionarnos una bomba atómica si EE.UU. las tiene a cientos y lanza continuamente ofensivas militares para prevenir riesgos reales o imaginarios?”
Para poder responder a esta pregunta con autoridad moral y para asegurar la paz mundial es necesario refundar la ONU. Todos los países podrían solicitar su ingreso y lo obtendrían con tal que aceptaran la esencia de la democracia (elecciones libres cada cuatro años) y los derechos humanos fundamentales que se resumen en la vida, la igualdad y las libertades básicas. Para ser coherentes con lo que predican, también los organismos de la ONU deberían ser democráticos, dando a cada país el peso que le corresponde por su población. Desaparecería el derecho a veto que asiste a EE.UU, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia. Y desaparecería el reclamo de los independentistas provincianos a crear un nuevo país con el mismo reconocimiento internacional que Alemania. El peso de cada país dependería de su población.
Para que la ONU tenga sentido y futuro ha de cumplir con eficiencia su misión fundacional, a saber, evitar todo tipo de conflictos armados. El camino más certero, tal vez el único, es que cada país miembro renuncie a un ejército propio, más allá de los efectivos policiales necesarios para garantizar el orden interno. La renuncia estaría más que compensada si tiene garantías de que el ejército internacional le defenderá al momento de ataques externos y de revueltas internas claramente inconstitucionales. También del crimen organizado internacionalmente.
Las ventajas económicas para los países miembros de la nueva ONU, y para ella misma, resultan claras cuando uno comprende las peculiaridades del servicio de defensa. En cualquier otro servicio, el nivel de prestación depende del gasto. Cuanto más gastes en hospitales o alumbrado público mejor sanidad y luminosidad tendrás. No ocurre así con la defensa. Si todos los países doblan el gasto en defensa la inseguridad no disminuye sino que aumenta. Por la misma lógica, si todos los países (excepto un puñado de francotiradores) se integraran en la ONU, bastaría el presupuesto de defensa de EE.UU. (700 mil millones de dólares, más de la mitad del PIB español) para tener una seguridad muy superior a la actual.
Con lo que nos ahorráramos del actual presupuesto de defensa podrían hacerse muchas cosas útiles que contribuirían a reforzar la solidaridad internacional y harían más atractiva la pertenencia a la ONU. Es posible que el nivel de bienestar en el planeta Tierra mejorara tanto que la embajada de alienígenas deseara quedarse. 

La Tribuna de Albacete (6/03/2013)