La peor herencia del socialismo
populista de Chávez
es la actitud clientelista que ha sembrado en la población
Si se
volviera a rodar la película “El bueno, el feo y el malo”, Chávez se atrevería
con los tres papeles. En los breves minutos que dura un diálogo televisado era capaz
de pasar de levantar el puño a tender la mano; del insulto más soez al elogio
más cariñoso. Y lo que es más sorprendente: todas esas actitudes le salían de
lo más profundo de su corazón. Esta naturalidad, unida a su compromiso personal
por solucionar la pobreza y desigualdad que asolaba Venezuela, le valieron la
victoria en cuatro elecciones consecutivas. Lamentablemente el mundo no se
transforma con buenas intenciones. Con la mejor intención uno puede emprender
un camino equivocado y arrastrar tras de sí a otros muchos incautos; incluso a
todo un pueblo. Es el momento de valorar la herencia que Chávez deja al pueblo venezolano
para que sirva de escarmiento a propios y extraños.
Mejorar la
distribución de la renta y el bienestar social fue el estandarte del chavismo.
Presumen hoy de que el cociente de Gini (ese índice que mide la desigualdad en
la distribución de la renta) ha disminuido. Lo que no aclaran los chavistas es si
esa igualdad se ha conseguido enriqueciendo a los pobres o empobreciendo a los
ricos. También presumen de la mejora del estado asistencial. (No confundir con
el verdadero estado del bienestar que incluye la felicidad de ser libre en lo
económico y en lo político). Mi duda: ¿Será sostenible ese estado asistencial a
golpe de talonario cuando disminuya la producción de petróleo o caigan su
precio?
Por poco que
rasquen los venezolanos en la herencia recibida pronto descubrirán que está lastrada
por la deuda externa y la miseria interna. Son muchos los países que adolecen
de ambos males. ¿Pero cómo es posible que esto ocurra en un país que mana
petróleo y petrodólares? Imagino que algo tendrá que ver con la mala gestión y
con la corrupción cuyo mejor caldo de cultivo es precisamente el petróleo. ¿Y no tendrá también algo de culpa el ideario
socialista que inspiró a Hugo Chávez?
Para
asegurar la colaboración de los empresarios, el régimen chavista expropió las
tierras que consideraba improductivas y más de un millar de empresas estratégicas
que pasaron a regirse por personas adictas al régimen. Con directivos poco
preparados y al abrigo de la competencia internacional, se hundió la
productividad de las empresas públicas y la confianza de los mercados
internacionales. ¿Qué compañía se atreverá hoy a invertir en Venezuela y
comerciar con ella? La autarquía a la que está abocado el país hace temer los
peores presagios.
Para
asegurar la capacidad adquisitiva de los más pobres, decretaron una reducción de
los precios en los alimentos básicos. Lo que no sospechaba el Gobierno es que,
a esos precios, los agricultores rehusarían llevar los productos al mercado. Hoy
resulta difícil encontrar algunos bienes básicos … a no ser que tengas dinero
suficiente para comprarlos en el mercado negro a un precio desorbitado. Por
otra parte, los precios industriales se han disparado y la inflación ya está en
el 25%. Obligados a compensar los efectos negativos sobre la competitividad,
decretaron en febrero una devaluación del bolívar del 32%. ¿Habrá explicado
alguien al Gobierno que una devaluación tan fuerte generará nuevos brotes
inflacionistas por la vía de las importaciones?
La peor herencia del
socialismo populista de Chávez es la actitud clientelista que ha sembrado en la
población. Todos nos acostumbramos rápidamente a recibir la leche nuestra de
cada día de las ubres del Estado. ¿Pero quién alimentará la vaca estatal si no
se genera el pasto necesario? Hasta ahora se ha alimentado de petróleo cuyo
precio internacional subió en los 14 años del régimen de 9 dólares/barril a 100
(llegó a 150). ¿Qué será del régimen
chavista y del país entero cuando el precio del crudo descienda a niveles
normales? Antes de que llegue ese momento Venezuela debe cambiar su modelo
económico.
La Tribuna de Albacete (20/03/2013)