miércoles, 20 de marzo de 2013

La herencia económica de Hugo Chávez

La peor herencia del socialismo populista de Chávez 
es la actitud clientelista que ha sembrado en la población


Si se volviera a rodar la película “El bueno, el feo y el malo”, Chávez se atrevería con los tres papeles. En los breves minutos que dura un diálogo televisado era capaz de pasar de levantar el puño a tender la mano; del insulto más soez al elogio más cariñoso. Y lo que es más sorprendente: todas esas actitudes le salían de lo más profundo de su corazón. Esta naturalidad, unida a su compromiso personal por solucionar la pobreza y desigualdad que asolaba Venezuela, le valieron la victoria en cuatro elecciones consecutivas. Lamentablemente el mundo no se transforma con buenas intenciones. Con la mejor intención uno puede emprender un camino equivocado y arrastrar tras de sí a otros muchos incautos; incluso a todo un pueblo. Es el momento de valorar la herencia que Chávez deja al pueblo venezolano para que sirva de escarmiento a propios y extraños.
Mejorar la distribución de la renta y el bienestar social fue el estandarte del chavismo. Presumen hoy de que el cociente de Gini (ese índice que mide la desigualdad en la distribución de la renta) ha disminuido. Lo que no aclaran los chavistas es si esa igualdad se ha conseguido enriqueciendo a los pobres o empobreciendo a los ricos. También presumen de la mejora del estado asistencial. (No confundir con el verdadero estado del bienestar que incluye la felicidad de ser libre en lo económico y en lo político). Mi duda: ¿Será sostenible ese estado asistencial a golpe de talonario cuando disminuya la producción de petróleo o caigan su precio?
Por poco que rasquen los venezolanos en la herencia recibida pronto descubrirán que está lastrada por la deuda externa y la miseria interna. Son muchos los países que adolecen de ambos males. ¿Pero cómo es posible que esto ocurra en un país que mana petróleo y petrodólares? Imagino que algo tendrá que ver con la mala gestión y con la corrupción cuyo mejor caldo de cultivo es precisamente el petróleo.  ¿Y no tendrá también algo de culpa el ideario socialista que inspiró a Hugo Chávez?
Para asegurar la colaboración de los empresarios, el régimen chavista expropió las tierras que consideraba improductivas y más de un millar de empresas estratégicas que pasaron a regirse por personas adictas al régimen. Con directivos poco preparados y al abrigo de la competencia internacional, se hundió la productividad de las empresas públicas y la confianza de los mercados internacionales. ¿Qué compañía se atreverá hoy a invertir en Venezuela y comerciar con ella? La autarquía a la que está abocado el país hace temer los peores presagios.
Para asegurar la capacidad adquisitiva de los más pobres, decretaron una reducción de los precios en los alimentos básicos. Lo que no sospechaba el Gobierno es que, a esos precios, los agricultores rehusarían llevar los productos al mercado. Hoy resulta difícil encontrar algunos bienes básicos … a no ser que tengas dinero suficiente para comprarlos en el mercado negro a un precio desorbitado. Por otra parte, los precios industriales se han disparado y la inflación ya está en el 25%. Obligados a compensar los efectos negativos sobre la competitividad, decretaron en febrero una devaluación del bolívar del 32%. ¿Habrá explicado alguien al Gobierno que una devaluación tan fuerte generará nuevos brotes inflacionistas por la vía de las importaciones?

La peor herencia del socialismo populista de Chávez es la actitud clientelista que ha sembrado en la población. Todos nos acostumbramos rápidamente a recibir la leche nuestra de cada día de las ubres del Estado. ¿Pero quién alimentará la vaca estatal si no se genera el pasto necesario? Hasta ahora se ha alimentado de petróleo cuyo precio internacional subió en los 14 años del régimen de 9 dólares/barril a 100 (llegó a 150).  ¿Qué será del régimen chavista y del país entero cuando el precio del crudo descienda a niveles normales? Antes de que llegue ese momento Venezuela debe cambiar su modelo económico.

La Tribuna de Albacete (20/03/2013)