viernes, 8 de junio de 2012

La hora de Europa y de sus instituciones

En una economía de guerra las medidas excepcionales no debieran escandalizar a nadie.


Semana aciaga para España y la Unión Europea, la que acabamos de pasar.  Una prima de riesgo de 540 puntos básicos lo dice todo.  Los euro-escépticos han sacado a relucir su discurso de siempre.  “Mira que os lo advertimos.  El euro estaba condenado al fracaso pues Europa no es una unión monetaria óptima”.  Vale, pero de los países actuales, ¿cuántos eran áreas óptimas antes de imponer la moneda única?  Las uniones monetarias pueden ser el paso final de la integración política pero también han sido instrumentos que la favorecen.  Compartir una moneda es el mejor cemento de los mercados y el mejor disolvente de las disparidades económicas regionales.  Las instituciones políticas que liman los desajustes de áreas desiguales se irán creando poco a poco, en la medida de las necesidades.
                También los euro-optimistas han aprovechado la ocasión para reclamar los “Estados Unidos de Europa”.  A su entender, sólo una unión política plena (un estado federal, para entendernos) podría salvar el proyecto europeo.  Yo creo que esas decisiones hay que tomarlas en una situación más calmada; mejor, si la demanda crece de abajo arriba.  Lo que hoy urge es reforzar las instituciones europeas que permitirían estabilizar la economía y las finanzas. 
                La Comisión Europa ha de tener capacidad y recursos suficientes para impulsar las políticas fiscales expansivas que hoy necesitamos como agua de mayo.  Su presupuesto ordinario, que podría atender el subsidio de desempleo, debería estar alimentado por un impuesto sobre sociedades y otro sobre transacciones financieras internacionales.  Solo a escala europea esos impuestos resultan justos y útiles.  Los programas especiales de obras públicas para estimular la economía en momentos de crisis podrían financiarse directamente con bonos europeos.  No estamos introduciendo ninguna idea nueva o revolucionaria.  Todos los países del mundo (y muchos gobiernos regionales) están capacitados para emitir deuda pública.  ¿Qué nos hace desconfiar de las instituciones europeas?   
                La política monetaria también reclama nuevas instituciones.  El BCE ha de actuar como prestamista de última instancia, función genuina de los bancos centrales.  La crisis bancaria que hoy asola a España es un pálido reflejo a la que atravesó EE.UU. desde mediados de 2007 a finales de 2009.  ¿Saben ustedes cómo la sortearon?  ¡Imprimiendo dinero!  En lugar de obligar a los bancos a recapitalizarse utilizando los escasos ahorros de los ciudadanos, la Fed les dio la liquidez que necesitaban.  Las reservas de capital dan confianza sobre la solidez de un banco.  Pero la verdadera confianza proviene de saber que detrás de cada banco y del sistema financiero en su conjunto se encuentra un banco central.  El BCE también podría quitar la presión de los mercados sobre los gobiernos comprando deuda soberana en el mercado secundario y reestructurarla en el tiempo con sentido común.  Los gobiernos deudores deberían devolverla íntegramente, pero en un espacio temporal más dilatado y a unos tipos más bajos.  
Bonos europeos, prestamista de última instancia, monetización de la deuda…  Parecen medias extremas, propias de una economía de guerra.  Pero es ahí donde hemos llegado.  El tiempo de los discursos, de las medidas preventivas y de los cataplasmas y placebos ya ha pasado.  En una economía de guerra las medidas excepcionales no debieran escandalizar a nadie.
                Una pregunta indiscreta: ¿Es posible realizar este tipo de reformas?  Con la legislación vigente ciertamente que no.  Pero, ¿qué nos impide cambiarla?  Hace un año los dos partidos mayoritarios españoles se pusieron de acuerdo para introducir un nuevo artículo a la Constitución y lo consiguieron en menos de una semana.  Desde entonces he llegado a la conclusión de que cuando los políticos hablan de problemas técnicos o legales, no hacen sino reconocer la falta de voluntad y/o consenso.  La cumbre del Consejo Europeo prevista para los días 28 y 29 de junio pondrá de manifiesto si los líderes de la UE han entendido la gravedad de la crisis financiera y si tienen voluntad de superarla. 


La Tribuna de Albacete (6/06/2012)