En una economía de guerra las
medidas excepcionales no debieran escandalizar a nadie.
Semana aciaga para España y la Unión Europea,
la que acabamos de pasar. Una prima de
riesgo de 540 puntos básicos lo dice todo.
Los euro-escépticos han sacado a relucir su discurso de siempre. “Mira que os lo advertimos. El euro estaba condenado al fracaso pues Europa
no es una unión monetaria óptima”. Vale,
pero de los países actuales, ¿cuántos eran áreas óptimas antes de imponer la
moneda única? Las uniones monetarias pueden
ser el paso final de la integración política pero también han sido instrumentos
que la favorecen. Compartir una moneda es
el mejor cemento de los mercados y el mejor disolvente de las disparidades
económicas regionales. Las instituciones
políticas que liman los desajustes de áreas desiguales se irán creando poco a
poco, en la medida de las necesidades.
También
los euro-optimistas han aprovechado la ocasión para reclamar los “Estados
Unidos de Europa”. A su entender, sólo
una unión política plena (un estado federal, para entendernos) podría salvar el
proyecto europeo. Yo creo que esas
decisiones hay que tomarlas en una situación más calmada; mejor, si la demanda
crece de abajo arriba. Lo que hoy urge
es reforzar las instituciones europeas que permitirían estabilizar la economía
y las finanzas.
La
Comisión Europa ha de tener capacidad y recursos suficientes para impulsar las
políticas fiscales expansivas que hoy necesitamos como agua de mayo. Su presupuesto ordinario, que podría atender el subsidio de desempleo, debería estar
alimentado por un impuesto sobre sociedades y otro sobre transacciones
financieras internacionales. Solo a
escala europea esos impuestos resultan justos y útiles. Los programas especiales de obras públicas para
estimular la economía en momentos de crisis podrían financiarse directamente con
bonos europeos. No estamos introduciendo
ninguna idea nueva o revolucionaria.
Todos los países del mundo (y muchos gobiernos regionales) están
capacitados para emitir deuda pública. ¿Qué
nos hace desconfiar de las instituciones europeas?
La
política monetaria también reclama nuevas instituciones. El BCE ha de actuar como prestamista de
última instancia, función genuina de los bancos centrales. La crisis bancaria que hoy asola a España es
un pálido reflejo a la que atravesó EE.UU. desde mediados de 2007 a finales de
2009. ¿Saben ustedes cómo la sortearon? ¡Imprimiendo dinero! En lugar de obligar a los bancos a
recapitalizarse utilizando los escasos ahorros de los ciudadanos, la Fed les dio
la liquidez que necesitaban. Las
reservas de capital dan confianza sobre la solidez de un banco. Pero la verdadera confianza proviene de saber
que detrás de cada banco y del sistema financiero en su conjunto se encuentra
un banco central. El BCE también podría
quitar la presión de los mercados sobre los gobiernos comprando deuda soberana
en el mercado secundario y reestructurarla en el tiempo con sentido común. Los gobiernos deudores deberían devolverla
íntegramente, pero en un espacio temporal más dilatado y a unos tipos más
bajos.
Bonos
europeos, prestamista de última instancia, monetización de la deuda… Parecen medias extremas, propias de una
economía de guerra. Pero es ahí donde
hemos llegado. El tiempo de los
discursos, de las medidas preventivas y de los cataplasmas y placebos ya ha
pasado. En una economía de guerra las
medidas excepcionales no debieran escandalizar a nadie.
Una pregunta indiscreta: ¿Es posible realizar este
tipo de reformas? Con la legislación
vigente ciertamente que no. Pero, ¿qué
nos impide cambiarla? Hace un año los
dos partidos mayoritarios españoles se pusieron de acuerdo para introducir un
nuevo artículo a la Constitución y lo consiguieron en menos de una semana. Desde entonces he llegado a la conclusión de
que cuando los políticos hablan de problemas técnicos o legales, no hacen sino
reconocer la falta de voluntad y/o consenso.
La cumbre del Consejo Europeo prevista para los días 28 y 29 de junio
pondrá de manifiesto si los líderes de la UE han entendido la gravedad de la
crisis financiera y si tienen voluntad de superarla.
La Tribuna de Albacete (6/06/2012)