lunes, 30 de septiembre de 2024

Ética artificial (?)

 

Usted, como hijo de una época dominada por la inteligencia artificial (IA), viaja en un vehículo sin conductor junto a dos amigos.  Obedeciendo al GPS, el coche “acorta” por una zona que hoy está especialmente concurrida. Inesperadamente, un niño se suelta de sus padres. Morirá atropellado, si el coche no frena bruscamente. Pero si lo hace, la muerte amenazará a los ocupantes y a un ciclista de élite que circula por detrás. Si gira a la derecha atropellará a los padres del niño. Por la izquierda pasean dos ancianos. En menos de un segundo, la IA tomará una decisión que dejará su huella en la humanidad.

Este tipo de ejemplos suena en los debates éticos sobre la inteligencia artificial. Los tertulianos suelen optar por a una ética utilitarista. La IA escogerá la opción que minimice la pérdida de utilidad social. Basa sus decisiones en las tablas del valor monetario de las vidas humanas. Las aprobó el Parlamento atendiendo a variables tan objetivas como la edad, los años de formación académica, o el palmarés de títulos de las personas implicadas.  

¡No puedo callar mi decepción!  No podemos identificar la ética con la utilidad ni con el voto mayoritario de un parlamento. Al contrario, son los principios éticos los que limitan a políticos, bien dos columnas asegurar la libertad y responsabilidad de todos y cada una de los implicados. En el ejemplo de marras, el responsable último sería el responsable del vehículo. Asumirá las consecuencias de aceptar la ruta más corta elegida por el GPS y de no recuperar el volante al llegar a la zona más transitada.

No existe la ética artificial, ni puede inventarse. La ética se atribuye a personas que utilizan dispositivos con inteligencia artificial. Esas personas actúan con criterios éticos si deciden libremente y se hacen responsables de las consecuencias de sus decisiones.

domingo, 15 de septiembre de 2024

La UE regula la Inteligencia Artificial

 

Una de las primeras aplicaciones de la inteligencia artificial (IA) fue el GPS. Todos nos beneficiamos de él con el coste de perder el sentido de la orientación. Otra que está a la vuelta de la esquina es el coche sin conductor. ¿Quién se responsabilizará de los posibles accidentes? La novedad de los últimos años es la “IA generativa”. En la popular (y gratuita) aplicación chat-gpt el alumno escribirá: “Redacta un Trabajo Fin de Grado de 50 folios y 10 referencias bibliográficas sobre la evolución de las PYMES en Castilla-La Mancha”. Las técnicas que tenemos los profesores para detectar el plagio ya no sirven pues la IA no copia de materiales previamente introducidos en internet. Es capaz de desarrollar un discurso original a partir de ellos. ¿Qué nota pondremos al alumno que ha demostrado su capacidad de sacar partido a las nuevas tecnologías?

El pasado mes de mayo, la UE aprobó una ley para controlar las aplicaciones de la IA. Las que atentan directamente contra los derechos humanos quedan prohibidas. Ejemplo: identificar a los asistentes a una manifestación masiva a partir de una foto aérea. Las aplicaciones de alto riesgo (como el coche sin conductor) serán reglamentadas rigurosamente. El resto requerirán que el vendedor informe de sus peligros. Estoy pensando en un juguete susceptible de ser conectado con la IA.

Encomiable la preocupación de la UE para prevenir los efectos nocivos de la IA. ¿Será efectiva? Lo dudo. Poner puertas al campo no deja de ser un brindis al sol.  El único remedio efectivo pasa por mejorar la educación moral de las personas. Que los niños, jóvenes y adultos aprendan a distinguir el bien del mal y tengan fuerza de voluntad para rechazar lo que es nocivo para ellos y la sociedad. Algunas de esas conductas quedarán prohibidas por ley. ¡Vale! Pero, aunque no lo estuvieran, siempre quedará esa ley-moral-natural exigible a todos los humanos.   

La Tribuna de Albacete (16/09/2024)

domingo, 8 de septiembre de 2024

Aquella feria

 

Los albaceteños empiezan a hablar de la Feria tan pronto como regresan de sus vacaciones veraniegas. En una conversación reciente con mis compañeros de la UCLM, uno definía la feria como la gran traca final después de un verano más caluroso, largo y agitado que en el resto de Europa. A otro compañero le llamaba la atención la duración de la feria: “¡No sé cómo pueden aguantar tantas noches durmiendo poco y a deshora!”.

El tercer tertuliano, oriundo de La Roda, aclaró estos enigmas refiriéndose a la tradición que le había llegadlo de la abuela de su abuela. A primeros de septiembre, decía aquella buena señora,  los campesinos remataban las faenas del campo para llegar a la feria de Albacete. Viajaban en carros tirados por caballos que “aparcaban” a las afueras de la ciudad y servían de casa. Al tiempo que acordaban la venta de sus excedentes agrícolas, aquellos feriantes compraban los medios para la producción y el consumo del próximo año agrícola. A saber, bueyes, aperos y utensilios de cocina. Tratándose de Albacete, no podía faltar, el último modelo de navaja.

La diversión venía al atardecer. Bailes, manchegas, saltimbanquis... Lo más satisfactorio era el encuentro con viejos amigos para contarse las batallas del pasado y las ilusiones del presente. Los jóvenes aprovechaban para lanzar el tejo, asegurando así la continuidad a las familias. Nadie regresaba a sus pueblos sin visitar a la Virgen de los Llanos para implorar su protección.

Aquellas ferias han cambiado al compás de las revoluciones tecnológicas y de las formas de vida. No tiene sentido elegir la mejor de las ferias. Sí podemos buscar los elementos comunes. Yo destacaría la importancia de la interacción humana en un clima cordialidad propiciado por esa visión trascendente encarnada en la Virgen de los Llanos. “Amar y ser amado” es la necesidad fundamental de las personas en cualquier época de la historia.

La Tribuna de Albacete, 99/99/2024

domingo, 1 de septiembre de 2024

El precio a pagar

 

Este verano, mientras en el Oriente Medio sonaban tambores de guerra, he releído el libro autobiográfico de Joseph Fadelle, “El precio a pagar” (Rialp, 2012). El verdadero nombre del autor es Mohamed Al-Sayid. Nació en Irak en 1964 en la dinastía chiita de los Moussaoui, una de las más influyentes del Islam. A los 14 años dejó de estudiar para centrarse en las funciones genuinas de un líder religioso: mandar a diestra y siniestra, combatir a los sunitas y perseguir a los cristianos.

En la dictadura de Hussein, hasta los líderes religiosos debían realizar un campamento de tres meses para librarse del servicio militar. El compañero de habitación de Fadelle resultó ser un cristiano que pronto le cautivó por su amabilidad. En lugar de entrar en discusiones teológicas, recomendó a Fadelle leer el Corán pensando críticamente en las máximas propuestas por Mahoma y en las consecuencias de aplicarlas al pie de la letra. A continuación, le invitó a leer y practicar el Evangelio que comienza con el nacimiento de Jesús en Belén y acaba con su muerte en la cruz, perdonando a sus enemigos. Fadelle se convirtió al cristianismo y atrajo, a su esposa Anouar utilizando el método de Jesús: amar al prójimo como Él nos había amado.

La reacción chiita no se hizo esperar. Sus hermanos le persiguieron a muerte por Irak y Jordania. No le quedó más remedio que exiliarse a Francia. Hoy Joseph vive en París con su familia. Preguntado por lo que más le había costado en su proceso de conversión, no dudó en afirmar: El perdón a mis propios hermanos; fue el precio que Dios me pidió para cimentar el respeto mutuo entre las grandes religiones monoteístas de la humanidad.

La Tribuna de Albacete, 02/09/2024