Después de todo lo que hemos visto en los últimos años
queda claro que la migración incontrolada tiene efectos negativos tanto para
los países de origen como para los de destino. La mejor alternativa al
descalabro actual consiste en crear oportunidades dentro del territorio de los países
subdesarrollados. El economista italiano Luigi Pasinetti explica que, a lo
largo de la historia de la humanidad, el motor del crecimiento económico y
bienestar social ha sido el progreso técnico. Que los países que han liderado el
progreso son los que más han invertido en el capital humano. Que lo mejor que
pueden hacer los países rezagados es aprender de los avanzados.
El primer paso de los países en vías de desarrollo (PVD) consiste
en producir con las tecnologías modernas los bienes tradicionales, los que dan
trabajo, salarios y pan a los habitantes del territorio.
Las mejoras de la productividad liberarán una buena parte
de la población nativa que puede destinarse a producir y exportar los bienes
demandados en todo el mundo. Los bajos salarios son la ventaja comparativa de
los países pobres. A partir de este momento la financiación del desarrollo
estará asegurada.
Actualmente las economías de los PVD están fracturadas en
un sector moderno controlado por el capital extranjero que extrae y exporta
materias primas y un sector tradicional sumido en la pobreza. El desarrollo
interno vía aprendizaje permitirá conectar ambos sectores.
Romper el círculo vicioso del subdesarrollo no es fácil,
aunque tampoco imposible. Así lo demostró en el año 2000 el acuerdo de 186
países de la ONU para transferir el 0,7% de su PIB al Tercer mundo. Durante los
ocho primeros años el éxito en la reducción de pobreza y las mejoras en
educación, salud e infraestructuras fue espectacular. Pero llegó la crisis
financiera de 2008 y los países ricos encontraran la excusa perfecta para
retirarse. Es necesario recuperar el compromiso del 0,7 para crear las
condiciones que permitan progresar aprendiendo (human learning).
La Tribuna de Albacete (22/07/2024)