Estimado Presidente del Gobierno
español:
Recibí su carta del 24 de abril y me reconfortó
que también los presidentes sienten la necesidad de pararse a reflexionar. Escuché
también su alocución del lunes 29 donde correctamente insistió en que para
salvar la civilización occidental hace falta una regeneración democrática que
empiece por sanear las bases morales de la sociedad y de los políticos que la dirigen.
Coincido con usted en que es relativamente fácil conocer estos principios pues pertenecen a la
ley natural que todos llevamos grabada en la conciencia. Cosa distinta es qué la
conciencia personal esté embarrada a consecuencia de nuestro egoísmo,
superficialidad y falta de coherencia.
Los principios básicos de la ética han
sido proclamados de diferente manera a lo largo de la historia. La DUDH (ONU,
1948) habla de derechos y libertades. A saber: derecho a la vida, igualdad ante
la ley, libertad de pensamiento y expresión, libertad de empresa... Todos ellos conviven
dentro de un estado democrático de derecho donde la independencia del poder
judicial es una columna fundamental.
Kant, el profeta de la modernidad,
los resumió en un par de “imperativos categóricos” y los justificó con un
argumento inapelable: si los individuos no los cumplen la sociedad se
autodestruiría. El primer imperativo deriva en la dignidad de la persona y nos obliga a
tratarla como fin en sí misma, nunca como medio al servicio de otros intereses.
El segundo reza así: obra de manera que tus reglas de conducta sean
susceptibles de ser generalizadas sin provocar un caos social.
Los mandamientos de la tradición
judeo-cristiana respecto al prójimo se resumen en tres: No matar, no robar, no
mentir. Cristo enraizó estos mandamientos en el amor e insinuó las actitudes
que les confieren credibilidad. Sé honrado: no hagas a los demás lo que no
quieras que hagan contigo, ni utilices dos varas de medir. Sé humilde: reconoce
tus pecados y empieza por corregirlos; no te fijes en la paja que tu hermano
lleva en el ojo y quita la viga que tú llevas en el tuyo.
La Tribuna de Albacete (06/05/2024)