domingo, 26 de enero de 2025

Venezuela: De cómo arruinar a la economía más rica

 

Seguimos hablando de Venezuela. La semana pasada advertimos cómo, desde su llegada al poder en 1999, la Dictadura Bolivariana destruyó una democracia que había avanzado por la senda de la constitución liberal de 1961. Hoy explicaremos cómo esa misma dictadura destruyó la economía de uno de los Estados más ricos del mundo en recursos naturales.

El primer paso del gobierno chavista fue la nacionalización de importantes sectores de la economía, la politización de las empresas públicas resultantes, y la utilización de sus ingresos como medios de financiación gubernamental. Resultado inevitable: el aparato productivo de la economía se hundió. El mejor ejemplo lo suministra la petrolera PDVSA, otrora la joya de la corona. ¡La empresa de “oro negro” entró en pérdidas! ¡El país con mayores recursos petroleros hubo de importar gasolina!

Cuando los recursos financieros provenientes de PDVSA no bastaron para financiar los dispendios del Gobierno, éste obligó al Banco Central de Venezuela a imprimir más y más bolívares. El resultado no podía ser otro que la inflación y la hiperinflación. En diez años la inflación pasó de dos, a tres y cuatro dígitos (más del 1000%). ¿Qué empresario se atreverá a producir e invertir con semejantes incertidumbre?

Los agentes del régimen argüirán que tales desajustes macroeconómicos estaban justificados por los avances sociales. La evidencia demuestra lo contrario. El venezolano medio ha de sobrevivir con 0,15 dólares al día.  De 1999 a 2019, la pobreza extrema subió del 19% al 61%. Hoy día, la revolución bolivariana no puede garantizar ni siquiera la educación infantil. La emigración parece ser la única solución digna. Siete millones de venezolanos lo han hecho.

Aviso a navegantes. Estos son los efectos de la organización de una economía y sociedad desde arriba, por gobiernos que solo pueden sobrevivir haciéndose cada día más autoritarios.

La Tribuna de Albacete (27/01/2025)

domingo, 19 de enero de 2025

Venezuela. De cómo destruir una democracia.

 

La historia reciente de Venezuela ilustra de lo que NO debe hacerse en una democracia y economía en vías de desarrollo. Hoy analizaremos la parte política.

En un continente poblado de gobiernos autocráticos, Venezuela parecía ser un ejemplo de democracia desde 1958. El partido Acción Democrática, redactó una constitución liberal en 1961 que guio democráticamente al país durante 30 años. En 1992, el comandante Hugo Chávez dio un golpe de Estado. Su fracaso le ayudó a comprender que la Revolución Bolivariana podía implementarse con una nueva constitución (la de 1999) que sigue hablando de libertades, democracia y separación de poderes, aunque habían cambiado de significado.

Al caer el precio del petróleo, Maduro se quedó sin recursos para sus políticas sociales y trató de controlar al pueblo y la oposición por métodos cada vez más autoritarios. En 1914 encarceló al líder de la oposición, Leopoldo López. Su sucesor, Juan Guaidó, optó por el exilio. Las elecciones presidenciales de 28 de julio del 2024 las ganó el tándem Edmundo González - Corina Machado según demostraron las actas fotografiadas en los distritos electorales. Hace apenas 10 días, Maduro se autoproclamó Presidente sin mostrar acta alguna.

Otra manera más discreta de aniquilar un Estado democrático de derecho consiste en la colonización de las instituciones políticas. Todos nos sorprendimos de que la Jura de Maduro no se hiciera en la Asamblea Nacional sino en el Tribunal Supremo de Justicia. La razón es que, al perder la mayoría parlamentaria en 2014, Maduro se atrevió a prescindir de la Asamblea, a sabiendas de que todo lo que aprobara su gobierno sería “constitucionalizado” por un Tribunal, cuyo presidente y una amplia mayoría de magistrados, eran nombrados directa o indirectamente por él mismo.

Aviso a navegantes. Todas las concomitancias que el lector advierta con la situación española NO son pura coincidencia.

La Tribuna de Albacete (20/01/2025)

lunes, 13 de enero de 2025

¿Es lícito matar al tirano?

 

¿Es lícito matar al tirano? La pregunta la planteó abiertamente la Escolástica. Su fundador, Santo Tomás de Aquino (1224-1274), se vio obligado a hacer juegos de malabares para no violar el quinto mandamiento (“no matarás”). El Padre Juan de Mariana concluyó en 1599 que el tiranicidio estaba justificado cuando los abusos del tirano eran evidentes y este era reticente a enmendarse.

Mi primera respuesta a la pregunta de marras es negativa. Nadie puede matar deliberadamente a otra persona pues todos gozamos de unos derechos fundamentales que empiezan por el derecho a la vida y, por ende, la obligación de respetar la vida ajena (ONU, 1948). Mi segunda respuesta, es que todos debemos cooperar, de una u otra manera, para atrapar y encarcelar a los tiranos convictos que han pisoteado la vida y libertad de otras personas, amén de los principios fundamentales de un Estado democrático de derecho. El régimen chavista de la actual Venezuela es un ejemplo lacerante.

Mi esperanza es que, a semejanza de lo que ha ocurrido en Siria, se produzca una deserción masiva de los militares del régimen bolivariano. Las tiranías, sin represión diaria no son nada. Si este milagro no ocurriera en unas semanas, el Consejo de Seguridad de la ONU podría autorizar una intervención militar coordinada. Lamentablemente, cuatro de los 15 miembros de ese Consejo tiene derecho de veto. No hemos de esperar que Rusia y China se presten para crear problemas a su aliado Maduro. Todavía nos quedaría un as en la manga: la intervención militar conjunta de los EE.UU., la UE y la OTAN. El apoyo de otros estados, reforzaría la legitimidad de la intervención militar y demostraría que todas las democracias viajamos en el mismo barco.

Confiamos que esta declaración de guerra en legítima defensa consiga amedrentar a quienes se agarran al poder como un clavo ardiendo. Que apresure la deserción en masa de las fuerzas armadas y que obligue a la rendición del tirano y su guardia pretoriana.  

¡Viva la vida de todos los seres humanos! ¡Cárcel para los tiranos que atentan contra la vida y libertad de sus semejantes! Ambos deseos caminan juntos.

La Tribuna de Albacete (13/01/2025)

lunes, 6 de enero de 2025

Ética arrojadiza (4): Solidaridad

 

La solidaridad suele verse como una de las manifestaciones más genuinas de la ética, la que más ennoblece a los políticos. La palabra aparece en todos y cada uno de sus programas. La definen como la ayuda del Estado a los ciudadanos, grupos o territorios más pobres o desfavorecidos. ¿Habrá alguien que se atreva a criticar una medida basada en el principio de solidaridad?

Lamentablemente, hasta los principios más nobles acaban siendo adulterados cuando saltan al campo de la política. Lo acabamos de ver con la última dana. La solidaridad con los damnificados se ha mencionado para restregar la cara del adversario político que siempre llega tarde y mal.

¿Y qué decir de la solidaridad con los jubilados, parados y pobres? A nadie se le oculta que un partido político triunfará en las próximas elecciones si consigue atraer el grueso de los más de 10 millones de jubilados, los 2,5 millones de parados y otras personas en riesgo de pobreza. Ese partido se perpetuará en el poder si convence a esos colectivos que solo él les permitirá vivir de subvenciones por los siglos de los siglos.

Para como, la solidaridad de los políticos se paga con dinero ajeno. A nadie se le ocurrirá recortar los cargos políticos o su remuneración. La pagarán los ricos y punto. Ignoran los “solidaristas” que los ricos tienen patas y emigrarán a países con una carga fiscal más llevadera. La fiesta de la solidaridad la acaban pagando los empresarios autónomos y los trabajadores que no tienen posibilidades reales ni de trasladar los gravámenes ni de emigrar.

A retener. La solidaridad, como principio social, implica una serie de virtudes personales que debieran implicar a empresarios, familias y políticos. Una cosa es predicar, otra dar trigo y otra sacar el trigo del propio granero.

La Tribuna de Albacete (6/12/2025)