domingo, 27 de octubre de 2024

La gangrena de la paz

 

La paz es el anhelo más profundo del ser humano y de los grupos donde se integra, desde la familia a la nación. La paz se entreteje con los hilos del amor y la justicia. Se desangra por el egoísmo, el odio y la ira. Este tridente acaba siendo la gangrena de la paz.

Todas las épocas y culturas han respirado el anhelo de paz y el olor nauseabundo de su gangrena. Dos pueblos lo muestran de manera más fuerte y dramática: los israelitas inspirados por el judaísmo; los palestinos y resto de fundamentalistas árabes inspirados por el islam. Se trata de dos religiones monoteístas que adoran al mismo Dios, aunque con distintos nombres. Mahoma se considera el último de los profetas. El penúltimo lugar lo ocuparía aquel Jesús de Nazaret anunciado en el Antiguo Testamento. Isaías levanta la mirada al “Príncipe de la Paz”. Es el Mesías esperado que dará su vida como “Precio por nuestra Paz”. Mahoma considera la ira como gangrena de la paz.

Lamentablemente, los judíos no han respetado la Ley del Talión. Aquel “Ojo por ojo y diente por diente”, fue un intento de poner límites a la ira personal y colectiva. No menos lamentable es que los palestinos hayan canalizado su ira a través de ataques terroristas que desembocan en una espiral de violencia y sangre.

Una cosa es evidente: el conflicto árabe / israelí es de difícil solución. Ni los ejércitos nacionales, ni los casos azules de la ONU, ni los entrañables mensajes de los pacifistas han logrado acuerdos permanentes de paz. A día de hoy, intuyó que la única vía de solución es el acercamiento de ambos pueblos al Dios que aceptan como Padre común, al Príncipe de la Paz. Es segundo paso es que los pueblos palestino y judío dejen de votar a los líderes terroristas y vengativos. Son la gangrena de la paz.

La Tribuna de Albacete (28/10/2024)

lunes, 21 de octubre de 2024

Premio Nobel de Economía al sentido común

 

El premio Nobel de Economía 2024 ha recaído en los profesores estadounidenses D. Acemoglu (natural de Turquía), S. Johnson y J. Robinson. La razón: “haber sabido destacar la importancia de la calidad institucional en el crecimiento económico y el bienestar social”. Una conclusión de sentido común que ellos ilustran con múltiples experiencias históricas y datos bien trabados. Las columnas políticas de la calidad institucional son la democracia y el estado de derecho. En el plano socioeconómico, obliga a respetar la propiedad privada, la libertad de empresa y la libre iniciativa de los grupos sociales (la sociedad civil).

Quienes se toman en serio la mejora de la calidad institucional entran en el círculo virtuoso del progreso económico, el bienestar social, la igualdad y la libertad. Las instituciones independientes y los individuos libres molestan, sin embargo, a los estados que tratan de controlarlo todo desde arriba. Para cumplir sus delirios de grandeza no les queda más remedio que sustituir la democracia por la autocracia, la libertad individual y social por la planificación compulsiva y los impuestos que financian los servicios públicos necesarios por gravámenes confiscatorios para pagar cualquier ocurrencia política, gravámenes que recaen sobre los creadores de riqueza.  

Premio a la calidad institucional. Obvio, ¿no? Así lo ha entendido el Banco Mundial que valora periódicamente unos indicadores relacionados con la corrupción, efectividad del gobierno y separación de poderes. Para sorpresa de muchos (no de los laureados) las naciones supuestamente más avanzadas muestran signos de agotamiento. La mejor posición (y la más estable en el tiempo) la ostenta Dinamarca con un índice de 200 puntos, el doble de la Eurozona. El índice de España está en 70 y cayendo. ¿Habremos entrado en el círculo vicioso?

Pese a unos resultados tan deprimentes, los nuevos premios Nobel confían que la iniciativa privada será capaz de sortear la losa que la aplasta. Siempre lo ha hecho. Pero son tantas y tan pesadas las losas que... 

La Tribuna de Albacete (21/10/2024)

domingo, 13 de octubre de 2024

Día de la Hispanidad

 

Cualquier extranjero que aterrice en España un 12 de octubre quedará desconcertado. ¡La fiesta de la Hispanidad se aprovecha para criticar el genocidio y explotación despiadada que empezó ese mismo día en el Nuevo Mundo! Quienes crean los bulos inventados por la Leyenda Negra y amplificados por la ideología woke, harán bien en consultar a cualquier historiador serio de España, Latinoamérica o resto del mundo. Elemental: la historia ha de ser analizada por los historiadores y desde la perspectiva de cada época.

Sí tiene sentido comparar la obra colonizadora de varios países en una misma época. En la edad moderna, la colonización española de América frente a la inglesa y francesa. En el siglo XIX la colonización de África por parte de las potencias europeas. Todos los colonizadores transmitieron su lengua y cultura, pero ¿quién creó colegios y Universidades abiertas a toda la población? Todos explotaron los recursos minerales, pero ¿quién completó esta actividad con centros de formación agraria para ayudar a los indígenas a autoabastecerse? Todos explotaron la mano de obra barata, pero ¿quién prohibió la esclavitud de los indios y quién promocionó el mestizaje para integrar la población?

Solo en el aspecto económico, España resulta malparada. Su pretensión de controlar la economía desde arriba estaba abocada al fracaso, como ha ocurrido siempre que en una organización se interpone el Estado. Mientras Francia e Inglaterra promovían la libertad de empresa y comercio, España trato de regularlo todo, siguiendo la teoría mercantilista dominante en la época. El comercio con las Indias pasó a ser un monopolio estatal, centralizado en un solo puerto (Cádiz). El virus intervencionista heredado de los españoles siguió tras la independencia de las colonias y se reforzó en el siglo XX. Estoy pensando en el populismo peronista y el comunismo que tiene atenazadas a las sociedades hispanoamericanas. ¡Estos son los responsables actuales del subdesarrollo latinoamericano!

La Tribuna de Albacete (14/10/2024)

domingo, 6 de octubre de 2024

¡MAGIA! La semana de cuatro días.

 

A mis alumnos de primero de Economía suelo sorprenderles con esta pregunta. ¿Cuándo les parece que en Europa se trabajaban más horas al día? ¿A inicios del siglo XX o ahora? Respuesta: “Aproximadamente las mismas. La población activa se ha doblado y la jornada laboral se ha reducido a la mitad”.

Imagino que la noticia será del agrado de Yolanda Díaz que desea pasar a la historia como la ministra-maga que redujo la semana laboral de cinco a cuatro días sin tocar el salario. Lo que la Ministra debe saber son las condiciones necesarias para que tales medidas no hundan a la economía.

La primera es que las apliquen las empresas en su competencia por atraer a los mejores trabajadores. No que las imponga el estado sin escuchar los apuros de los empresarios que compiten con empresas extranjeras. La segunda condición es que la economía haya experimentado un fuerte incremento de la productividad. Solo entonces las empresas pueden aumentar el salario real sin menoscabar sus beneficios, de donde salen la inversión y el empleo. La tercera, que la economía mundial esté atravesando una larga ola de prosperidad. Eso ocurrió entre 1995 y 2005, de 1950 a 1973 y en los “felices años veinte” que inspiraron a Keynes.

De faltar estas estas condiciones, hemos de esperar que quiebren algunas empresas y el resto reduzca su actividad. Los trabajadores estarán menos estresados. Los parados (en alza) más angustiados. ¡Ojo! Que nadie se sorprenda si prolifera el trabajo a destajo. Los empresarios permitirán a sus empleados que se acerquen a la oficina cuando deseen, pero solo les pagarán por los resultados que presenten.

Para su conocimiento, Sra. Ministra. Lo más parecido a la magia económica es el aumento de la productividad laboral, algo de lo que pocos hablan.